lunes, 8 de diciembre de 2008

Reflexión

¿Si uno se apega al desapego, está realmente desapegado?
Por Juan V. Gutiérrez M.
(De la Asociación de Escritores de la Costa
y Taller Yngermina- RENATA)

Siempre miraba, con un poco de sorna, la actitud de las personas que permiten ser objeto de publicidad, por ser portadores de determinado favor en bien de otro ser u entidad cualquiera, miraba el tufillo de sobrevanidad estúpida en aquella situación. Y sobrada razón tenía y sigue teniendo el difunto Sócrates, que lucía con esmerado silencio la toga que le había confeccionado Xantipa, su mejer. Nos da un ejemplo cuando se encuentra con Antístenes, quien se caracterizaba por hacer alarde de extremada indiferencia ante la suntuosidad de la toga que portaba cualquier otra persona. Antítesis, mostraba los huecos de su toga y la manera como la lucía, sin ninguna preocupación. Es por lo anterior que cuenta Roger-Pol Droit y Jean- Philippe de Tonnac, lo siguiente: “Viendo Antístenes a Sócrates lucir la toga que le había elaborado Xantipa, Antístenes se le acercó exhibiendo los agujeros de su capa. Como para recordarle quien era el verdadero filósofo, el auténtico sabio, el que había tenido el coraje de abandonar las apariencias y de perseverar en eso. Entonces Sócrates miró a Antístenes. Y sin que el otro tuviera tiempo de responder, dijo dando vuelta la esquina: “Es tu vanidad lo que veo a través de tu toga “.
Así veo en Cartagena en la, páginas sociales donde aparecen damas de todos los colores, artistas que llevan sobre sus espaldad miles de oscares que no derrumban su vanidad, sino que la acrecienta, deportistas que han dejado miles de huellas en los diferentes callejones de la fama por donde los han invitado a caminar para tejerle la tela de su fama, científicos que oscurecen sus hallazgos con la muestra de la dádiva que aportan a las manos extendidas de los excluidos, en contraposición a aquellos que buscan la cercanía silenciosa para calmar las penas de sus congéneres. ¿por qué deben tocar bombos y platillos cuando lanzan las monedas a la “tiña”, si no están asistiendo a ningún acto de tradición cultural? ¿Será que siempre necesitan las marquesinas para engrandecer su ego, empequeñeciendo al que recibe el favor? No, ellos , nunca miran la importancia que tiene la defecación, nunca han mirado la urgencia con que se mueve el excremento por el interior de los intestinos, buscando abandonar aquel cuerpo que lo aprisiona y lo somete a los procesos de extrema selección, para tomar el más insignificante átomo de la estructura deteriorada. ¡Ay!, si los que portan el estandarte de la luz de sus acciones, comprendieran, el estado mucoso de sus interiores , y es por eso que nos preocupamos por llevar deshidratadas las mejillas mostrando la lozanía de las hojas verdes de los almendros, odiamos la tristeza de la humedad de los interiores, jamás queremos mirar el color acre de las heces, pero nos embelesamos en los matices de las paredes de las casas que muestra Cogollo en su plástica, jamás pensamos en la similitud del color del excremento con el oro que se obtiene del mazamorreo que se hace a la orilla del río Baudó. Al contrario se muere todo un continente, que ha hecho de iguana, como es la África, esa, que ahora esconde en su vientre el mineral Coltán, piedra filosofal del mundo de punta en la tecnología. ¡Pobre lugares del mundo que llevan en sus entrañas los huevos de la dicha! . Todo esto, desconociendo La revolución higienista, de la cual habla Dominique Laporte en su libro: HISTORIA DE LA MIERDA (pág.115): “Durante tres cuarto de siglo el higienista habla sin parar de la sangre, de la leche, de la mierda, del sexo, del cadáver, del esperma, del vertedero, de los hospitales, de la fábrica, de los meaderos. Es el príncipe consorte de la civilización del orden burgués, de la Europa colonial encarnada para siempre en la figura de Victoria. En el corazón de sus relatos, de sus memorias, de sus observaciones, de sus informes, cartas, ensayos, comunicaciones, etc., la cuestión de lo excremencial lo persigue. A principio del siglo XIX. La mierda no se trata tan sólo de eliminarla, de separar en ella lo líquido de lo sólido, de colarla y desinfectarla, se trata, aún más bien, de rentabilizarla. “Recordad, dice Bentham, que no satisfacemos, o al menos no deberíamos satisfacer, una necesidad sin sacar provecho. Debería servir de abono”. (Citado por J. A Miller : “La Machina panoptique de Jeremy Bentham”. Y el hombre del siglo XX y XXI, extrajo el excremento de la madre Tierra y clavó su laza en la tierra para ver morir de hambre a sus semejantes. Pero el hombre hambriento adobó la tierra y la dio en forma de galletitas a los hijos de Haití, descendientes de la iguana mayor África.

juanvgutierrezm@yahoo.es