jueves, 19 de noviembre de 2009

Sarabia


Luto en el Folclor Nacional

Se fue un grande del Folclor Nacional
EL MONO BERTEL MURIO EN SILENCIO
Por Jossé Sarabia Canto
(Culturólogo, narrador oral y gestor cultural)

“Siempre te duele perder de vista a un amigo digno”.
JAVIER REVERTE


El mono hizo tanta bulla, con su baile singular, y con el guache que pidió morir en silencio…
Murió el lunes 16 a las 5: AM, en Noviembre de 2009. En el hogar de Doña Edith Aguilar Macia en el Barrio Costa Azul. Edith fue la única que se entregó en cuerpo y alma al cuidado del anciano, “once años cuidando al viejo”.
Cuenta Edith que el Mono Bertel el Domingo amaneció cantando una cumbia que rimaba, esas viejas cumbias que él se sabía y movía los pies; pero de inmediato llamó a Edith y le repitió como muchas veces lo hacía: que el día que muriera no le avisara a nadie ni sacaran carteles “porque me han dejado solo mis amigos”, decía. Después se quedaba calladlo para siempre.
Se cumplió lo dicho: El mono murió el lunes, después de una semana de fiestas Novembrinas y de reinas y de voladores y de gaitas, maicena y vallenatos. Por eso siento en el alma que el mono el día que bailaba en su taburete recostado allá en la casa de Edith, la bulla del carnaval y los sonidos de los voladores que de pronto en su senectud se acordó cuando, a las 5 AM hace 20 años lanzaba voladores en el bajo Manhattan, en la plaza de la Catedral para llamar a los feligreses a las novena de Febrero. De pronto también se acordó, escuchando las orquestas a media noche que tocaban a la reinas en el Parque las Américas, cuando bailaba en las plazas de los pueblos sonidos de pájaros que es lo que escupe una gaita y el tantán de un tambor.
Su nombre de pila es Pedro Andrés Arrieta Bertel, nació cerca al caño en el Barrio Córdoba. Murió a los 91 años de edad. Tuvo 3 hijos, un varón y 2 hembras con Edulfa Rodriguez. Las hembras fallecieron jóvenes, el varón Florentino, vive.
El mono vivió mucho tiempo con los padres de Edith Aguilar Macía y al fallecer los padres de Edith el mono enferma y anciano Edith lo lleva a su casa donde lo mantiene hasta el día de su muerte. Pero el mono murió contento, y doña Edith llora porque uno termina queriendo a un amigo cuando cultiva en él, dignidad.
Yo conocí al mono en el año 90. Lo vi bailar por primera vez en el festival del retorno. Me gustó más que su guache, su cadencia al bailar. El mono cuando sentía el sonido de un batá, fusionado con gaita y el guache tocado por él lo que hacía era alabaos, se prendía del pantalón, con o sin abarca trespuntá, y prendía el pantalón con la mano derecha a la altura de la rodilla de la pierna derecha y la dominaba con furia y la ponía a cojear, encorvando el cuerpo arrugado, lo ponía como una “c”, levantando el guache con la mano izquierda, enfurecido bailando un porro cadencioso con 100 velas prendidas en una noche de luna llena en Ovejas, era tanta la magia que imprimía su coreografía dando vueltas con una India Senú de pelo largo, el mono lo que hacía era elevarse en el aíre sin pisar el suelo y eso exorcizaba la masa humana que lo imitaba al calor de la luz de la vela prendida y el sonido de 30 gaitas con tambor y guache.
El mono volaba como bailando un jazz de cachao, o una muerte trompeta de Latin jazz de Charles Pamier. El mono era un zángano y parece que en su cuerpo se le metían basimus. El mono cuando llegaba a una parranda de gaiteros y tamboreros en cualquier rincón de la región Caribe al viejo le hacían venia y honores, los grandes se quitaban el sombrero para recibirlo. El mono se convirtió en un baile porque siempre llevaba alegría en sus ojos, el mono era un mito en el río y en las sabanas. Buen viento y buena mar, amigo digno.







sábado, 14 de noviembre de 2009