domingo, 2 de diciembre de 2012

Cuento de Navidad de ANDRES ELIAS FLOREZ BRUM


EL CUARTO Y LA MUÑECA
                                              A  Édgar Cortés Uparela y Armando Vergara Vergara



El cuarto donde dormía la niña estaba al garete.
No parecía un cuarto. Parecía más bien el trecho de un recodo, o  el retazo de una feria. Estaba aquel espacio del cuarto entre la sala y el comedor y entre el comedor y la cocina.
 Era tal el desorden de los que llegaban a casa, que entraban y salían de aquel espacio como entrar y salir de un sitio público. Hasta escupían en el suelo. La  colchoneta donde dormía la niña con su madre iba de un lado a otro. Como una canoa a la deriva. Porque ese espacio no tenía rincón, ni arista, y el techo parecía tan distante del piso que se veía como la carpa de un circo.
 La niña sentía  dormir  en la calle. A la intemperie. Sin cabecera ni pieceros. Pues, si ella tuviera una muñeca no tendría un lugar donde sentarla. Sentía este lugar como el comprendido entre una cuerda que se gira entre tres o cuatro lápices.
 A veces era un cuadrado, otra un trapecio. Como el entre- patio de una gallera. El alero de un mercado de hicoteas y aves marinas. La colchoneta no encontraba asidero.
 Por eso la niña no sabía dónde dormía ni dónde dormía la mamá.
Los que entraban y salían de esta casa  pasaban  y tranqueaban la colchoneta. Acaso sin percibirla. La niña  se decía en su interior que ninguno de ellos podría ser su papá.
 Melissa y la niña se levantaban con celeridad y trataban de enrollar la colchoneta, pero al liarla les quedaba como un cilindro  sin tapa donde se deposita  la basura.
Una mañana entró Armando. Ella, la niña, se quedó mirándolo. O más bien escuchando, como si fuera ciega. Porque ella no miraba de frente. Escuchó cuando le dijo a su madre: Tú eres bonita, aunque estés pasada de peso. Debes arreglarte  mejor.
A la niña le llamaban la atención estas palabras y hasta pensó decirle a la amiga del jardín que sí, que ella sí tenía papá y quién le regalara una muñeca.
Al siguiente día volvió  Armando. Armando el que entraba con prudencia. La niña oyó  cuando le dijo a la madre, tómate medio vaso de agua, por la mañana, antes de enjuagarte la boca.
Desde ese día supuso que Armando podría ser su padre. Fue con la idea a ras de oídos a la escuela, ya tenía papá y quién le regalara la muñeca. Se ilusionó más cuando oyó decir que se aproximaba Navidad. Entonces pensó que en Navidad es cuando nace el niño Dios y les regalan juguetes a los niños.
En realidad, Armando pensó en el regalo de la muñeca. Pero advirtió que la niña no tendría dónde sentarla ni dónde vestirla. Vio que el cuarto  estaba dividido por un cartón hacia  la sala y un retazo de sábana  hacia  la cocina. La colchoneta giraba como una alfombra voladora buscando un ángulo. Se le vino la idea. La idea loca:   se podría encargar de las dos.  La niña y  la madre. ¿Pero… su Ceci? ¿Diego y Paola? Al respirar dedujo: ¿Y la posibilidad de un amigo suyo? Pensó en la muñeca. Lo desveló la muñeca. En una tabla  para la muñeca en la cabecera de la colchoneta. Después del vaso de agua, dos granadillas, o unas uvas. No olvides peinarte cuando te levantes. La recomendación para Melissa, la madre de la niña.
Cuando sentían sueño, se miraban las dos. Como si quisieran acostarse ya. La gente levantaba el cartón, pasaban y apartaban la sábana y seguían y regresaban como si salieran de una sala de cine de barrio.
La niña, aquella mañana en el jardín, le dijo a la amiga que tanto la hostigaba por no tener muñeca ni papá: ya tengo papá y en Navidad me va a traer la muñeca. La amiga la miró con recelo y sin darle  importancia le respondió haciendo puchero.  Ni se sabe, en Navidad a mí me cambian la bici por una nueva.  Abandonaron las hojas donde rellenaban el dibujo de una manzana.  Y salieron al patio hacia el trapecio y el columpio.
Armando había llegado donde Melissa con otra  recomendación: No se te olvide, descalza ni a la puerta de la calle. Recordó que el cuarto no tenía puerta, ni quicio. Y que bastaba empujar parte del cartón para entrar. Levantar la sábana para pasar a la cocina. Entonces le preguntó por la niña. Ya está por llegar, dijo Melissa. ¿Te tomaste el té chino?, le preguntó. Esta noche debes empezarlo, te lo traje para que lo tomes.
Armando pensó entonces en la muñeca. Es lo de menos, se dijo. Primero sería armar el cuarto. Que tenga paredes y rincones y que el techo esté al alcance de la vista y que haya un chifonier y una luna y una mesa de noche. Que no sea una colchoneta sino un colchón.
 La tarde, cuando le preguntó por el té chino delante de la niña, la niña se reanimó.  No estaba equivocada.  Él podría ser su papá.  Le caía mejor lo de papá que lo de tío Armando. La mirarían ahora de otra manera en el jardín. Su amiga no le haría tantos desplantes. Pero¿Cuándo llegaría Navidad?…
Las dos estaban paradas como buscando una pared para apoyarse. En el centro. Bostezando. Huérfanas. Sin voz, ni voces. Ahora pisaban con las plantas descalzas de sus pies sin dejar huellas. Sin horadar la espuma. Sin plantillas. Madre e hija.
 Armando volvió al espacio del cuarto. Al vaivén de la colchoneta. A la mirada sesgada de la niña. A lo que sus ojos no le decían y le decían.  Tal vez  podría  ser el  marido  de Melissa y el padre de la niña. De nuevo, Ceci, su mujer. Diego y Paola, sus dos frutos.
 Anduvo entretenido en ese cartón que se levantaba al pasar de la sala al comedor. Ese piso removido. El piso prestado de Melissa. La sábana  que se levantaba al pasar de esa parte del comedor a la cocina. Luego el patio. La mesa del dominó. La risa de los visitantes.
 Encontró a Melissa que había acatado algunas  recomendaciones. Ya no estaba descalza. La blusa, manga tres cuartos, le lucia bien. La portaba bien.  El pantalón ajustado, tallado en la cintura. El cabello recogido como si se lo apretara un turbante. El olor de ella: una loción que alborota. Que atrae. Que convida.
Luego,  el leve crujido de las sandalias al pisar el quicio.
Pero el quicio no existía, pues no existía dintel. El cuarto no existía, no había rincón. Por eso no sabía dónde dormía la niña. Dónde conciliaba el sueño. Dónde se desvelaba la muñeca. De dónde se levantaban las dos para ir al jardín. Ahora que sabía que esa amiga la acosaba porque no tenía papá. Si no tenía papá, menos podría tener muñeca.
Dos veces en el salón de ajedrez, Armando estuvo armando el rompecabezas de la niña y la muñeca. El corpiño de Melissa.  La arista que descansaría en el piso…
Aunque, ella, Melissa, ser sin plaza, sólo tallaba la falda en su cintura en busca de algo que hacer.
A la niña  le vino el sueño.  Soñaba. O en su desvelo, casi despierta, aparecía en Navidad. En una iluminada sala. De muebles de cretona. Arrullando en sus brazos a la criatura que  en su almohada había despertado. Con un biberón que le acercaba a los rosados labios. Al despertarse era ella la que sorbía el biberón en sus resecos labios. 
Un día Armando presintió  que había encontrado la solución al cuarto.  A la niña.  A la muñeca y a Melissa. Le bastaron dos cervezas morenas  con Francís,  para decirle, te voy a presentar a Melissa. Te voy a llevar al cuarto de Melissa. Y se presentó con él y le dijo: Melissa, él es Francís.  Francís, tomando a la niña en sus brazos, le dijo, desde hoy vas a tener papá.
Más tarde, este amigo, Francís, apareció con el ebanista que, en buena madera, probable, cedro o trébol, roble o pino, levantó cuatro paredes. Cielo raso.  El espacio apropiado para un chifonier. Una cama. Sobre la cama un colchón. Dos mesas de noche. La pequeña mesa y la silla para que la niña ahora hiciera tareas. A las cuatro paredes,   ahora  la cama y el colchón.  El chifonier y una luna.
Y ahora, Francís, levantando en sus brazos a la niña y exigiéndole que lo mirara a los ojos, mientras él también la miraba a sus ojos. Como si le dijera, dile a tu amiga del jardín que pase, que pase ya, que ya tienes papá, que yo soy tu papá. Que en esta Navidad te aparecerá, en la almohada, la muñeca.

domingo, 25 de noviembre de 2012

CELSO EMIRO MONTOYA PALENCIA - CUENTO EN EL CUARTO OSCURO


EN EL CUARTO OSCURO
 2o Concurso de Cuento y narración oral 
HISTORIAS EN YO MAYOR 
Cuento Ganador - Bolívar 


    La brisa mece la puerta, manchas de luces se mueven en la pared. Escucho el tic tac del reloj de mesa, segundos después anuncia una hora de la madrugada. Alguien viene rompiendo el viento por la Calle Corea. Mientras el orín moja mis calzones, tiemblo. Mamá despierta y pregunta qué quiero. Te dejaré el tetero en la almohada, tómalo cuando quieras. No respondo. Siento la lengua grande, no cabe en mi boca. Algo hurga frente a la casa, son voces diferentes, mi vejiga sigue vaciándose. Percibo sollozos seguidos de lamentos: es La Llorona. Sus pasos vienen por la sala, respira tan profundo que la puerta abre más y más, la veo ahí asomada, muestra un colmillo, su risa hueca y pestilente. Abrazo mis juguetes.
    Es vieja, galillo largo cruzado de venas, levanta el brazo y orienta el índice haciéndome guiños, entra y se sienta en mi cama. Desliza una mano por mi pierna, con la otra saca una teta arrugada. Oigo sus quejidos, cruzan por mi garganta y hundo mi mirada en su ojo abultado, no puedo llorar. Esta vez me muerde una oreja y una de sus lágrimas cae en uno de mis ojos. Mamá se mueve entre sueño y pregunta si tomé el tetero, pero es la teta de La Llorona la que está en mi boca al tiempo que es ella quien se bebe mi tetero.
    Un relincho rompe el silencio, no lo veo entrar, sacude las orejas. Se ha despojado de su silla, detallo su espalda, su crin larga, los cascos cubiertos de pequeñas plumas: es El Caballo del Otro Mundo. La Llorona lo saluda, me suspende del brazo y me abre de piernas en el lomo de su amigo, él corcovea envuelto en el coro de su avispero, mientras ella guarda su teta y ríe mostrando las encías.
    ¡Son las tres! Mis calzones se han secado y mis miedos agonizan pisoteados por el galope de ese animal que entró por el ojo de la cerradura, gritan y se esconden en las abarcas de papá. Déjanos salir, dicen. En medio de la oscuridad, la mesita de los santos se conmueve, el lobo de San Francisco huye por la ventana, la vela ha caído al pie de la cruz y Cristo arde, María exclama «auxilio». Con las manos en la cabeza y la certidumbre de las cosas que distingo bailando por la habitación, me recreo. De Jesucristo solo han quedado cenizas. María corre hacia mí. La Llorona la detiene presionándole el cuello, le quita el niño, observa la gorra colgada en el ángulo de la puerta, la alcanza y se la pone. María sonríe. Al instante llega La Cama Del Más Allá sonando las tablas, sus cuatro patas tienen calcetines barbudos. Se ha sentado, examina su sombrero, no puede ponérselo, porque no tiene cabeza, pero lo coloca delicadamente en su cabecera. Con su voz ronca interpreta un himno onírico, a la vez que golpea como matraca en Semana Santa. Sobre ella columpiándose una jarra de agua se inclina, examina mi ojo y descubre lombrices en mis intestinos, un mosquito irrumpe entre nosotros y se va con su música al rincón, la lagartija lo atrapa y él grita, mi madre se voltea bocarriba. El Caballo me olfatea, le gusta mi aroma, huelo a perfume de mi tía. La pared se ha puesto sería, los bichos han bajado del techo de palma. Uno de ellos, se esconde detrás de la pluma de pavo real que guinda del clavo. La butaca despliega su pecho huesudo y soporta el peso de La Cama, quien deja ver sus guantes piel cabrito y sus pulseras conchas de coco. Se mira al espejo oscuro que baja por el centro del escaparate. Una tira de su ajustador cuelga por una de sus cuatro axilas, me produce risa, pero la risotada de la araña en su hilo me hace carcajear.
    Ha amanecido. Una ínfima claridad penetra las hendijas, y el canto de los pájaros revienta las flores y dejan el olor a universo regado por el patio. En el cuarto solo hemos quedado mis padres y yo. El hedor a meado y berrinche del otro mundo impregnan mi cuerpo. Mamá revisa mis nalgas, hiedo a caca. Anoche te sentí hablar dormido, dice. Tienes lombrices, mañana te purgaré. Me sienta en la batea, y mientras chupo mi tetero recuerdo las últimas palabras de La Llorona.

MERY ISABEL NIEVES DE LA ROSA


OCASO
Poema leído en Seminario  Yngermina

Siento el rumor del silencio
pisada fuerte del olvido
la nostalgia ausente… ¿un silbido?
El impetuoso bramido del mar
                  estalla su gemido ahogado:
                     fugaz recorrido sobre mi ser
                       su brisa cálida resbala gélida mi piel

Acaso cielo y mar
aunque parezcan juntos… ¿se ven?
Aquel, siempre desde su atrio altivo
ahora masculla en su desdén henchido
el dolido orgullo del ardor cabrío:
                                No entiende de fulgores húmedos
                                           ni de un tono rosa en el atardecer

Llegó la Melancolía, eres mi compañía
Tu sutil danza… sensual, no fría
me incita, así, me incita
                                          … Trasciendo majestuosa el firmamento imponente:
                                                                                                                           ¡Génesis y apocalipsis!


Pálido ensueño, creíste arborecer

Siento tu voz hueca
Tu risa anochece:
El sonido del sepulcro irrumpió abrupto
El dardo está hendido:
                                         ¡Mentiras!

Amor, pequeño botón de ternuras
floreciste para ocaso peregrino
crepúsculo embebido
… ¿tendrá un amanecer?

jueves, 22 de noviembre de 2012

SEMINARIO TALLER DE LITERATURA: IMÁGENES Y EPITETOS



MÓDULO V
Imágenes – Epítetos®
Joce G. Daniels G.  



 “Solo la palabra escrita
perdura nuestros sueños y nuestras quimeras

La Imagen
Así como las matemáticas y la filosofía especula con nociones abstractas o conceptos, lo propio del arte y por tanto de la literatura es poner en juego imágenes creadas por la fantasía.
La imagen es tema, además de los estudios literarios de la psicología. En Retórica se define la imagen como: la representación viva y eficaz de una intuición o una visión poética por medio del lenguaje. En Psicología, la palabra imagen significa reproducción mental, recuerdo de una vivencia pasada, sensorial o perceptiva, pero no forzosamente visual. Rafael Lapesa define la imagen como: toda representación sensible. Y para el mismo autor la imagen poética es la expresión verbal dotada de poder representativo, esto es, la que presta forma sensible a ideas abstractas o relaciona, combinándolos, elementos formales de diversos seres, objetos o fenómenos perceptibles. Rubén Darío:
¡La muerte! Yo la he visto. No es demacrada y mustia
Ni ase corva guadaña, ni tiene faz de angustia.
Es semejante a Diana, casta y virgen como ella;
En su rostro hay la gracia de la núbil doncella
Y lleva una guirnalda de rosas siderales;
En su siniestra tiene verdes palmas triunfales,
Y en su diestra una copa de agua de olvido;
A sus pies, como un perro, yace un amor dormido”
En otras épocas las distintas variedades de imágenes poéticas eran consideradas por la Retórica como otras tantas figuras o tropos.
Cabe anotar, que para algunos tratadistas los términos imagen, metáfora, símbolo y mito, representan la convergencia de dos rectas, ambas importantes para la teoría de la poesía.
Las investigaciones precursoras de Francis Galton en 1880 perseguían la finalidad de averiguar hasta qué punto puede la raza humana reproducir visualmente el pasado, y se pudo comprobar que dicha reproducción difiere mucho de su capacidad de visualización.  
Las imágenes no son solamente visuales o representativas. También hay imágenes referentes al gusto, al olfato, calor y a la  presión. También hay imágenes cromáticas o simbólicas. Las imágenes pueden ser estáticas y cinéticas o dinámicas.  
Por otro lado, podríamos decir, que es muy importante para la literatura la Imaginación Estética, que ejerce su actividad, representando las imágenes de los objetos tales como se han percibido anteriormente, y entonces se denomina imaginación reproductora. Y concibiendo formas distintas para presentarlas bajo un nuevo aspecto y entonces se denomina imaginación creadora. Por lo general esta creación se limita a combinar percepciones y conocimientos anteriores.
El Epíteto
Uno de los rasgos más distintivos del lenguaje literario es el aprovechamiento de la adjetivación con fines artísticos, utilizando sus extraordinarias posibilidades descriptivas y caracterizadoras. Cuando el adjetivo va unido al sustantivo recibe el nombre de Epíteto y sirve para destacar aquellas cualidades que interesan al escritor en un momento dado.
La fuerza del estilo depende en gran parte de la forma de emplear el adjetivo: si es exacto, gráfico o sugerente, vigoriza el lenguaje. Por el contrario, si no posee tales cualidades, produce impresión de vacuidad diletante. Ejemplos
“Aquiles, el de los pies ligeros”

“Se oían los tañidos tristes de las campanas”

“El paciente Job”


El Epíteto es un adjetivo (del latin adjectus – adjicio: yo añado)  que se junta al sustantivo, no para distinguirlo de los demás de su género, sino para llamar la atención hacia alguna cualidad que siempre o de ordinario le acompaña.
En literatura son considerados como recursos artísticos o figuras literarias y van junto al nombre para caracterizarlo de manera especial.
En la frase el héroe de Ayacucho,  además de que se emplea con mayor elegancia en lugar de Sucre, al mismo tiempo, refleja dos figuras: la antonomasia y la perífrasis.
El buen empleo del epíteto es una cualidad de los buenos escritores, pero su abuso constituye una de las peores plagas literarias. De allí que su manejo debe darse con sumo cuidado. Por ejemplo es inadecuado decir: lucha encarnizada,  mujer de formas esculturales,  atractivo irresistible, o también legítimo orgullo.
También ha de saberse colocar el adjetivo, pues de ella depende su valor en mayor o menor significado. Por ejemplo:
·         Estudiante bueno (sin vicios), ben estudiante (aprovechado).
·         Cumplido caballero (cabal), caballero cumplido (cumplidor).
·         Pobre señor (de escaso méritos), señor pobre (escaso de fortuna).
El epíteto sirve unas veces para limitar la extensión del sentido. Por ejemplo cuando decimos: Los caminantes viejos se fatigan en las cuestas empinadas. Aquí excluimos a los caminantes de menos edad, e igualmente las pendientes suaves. En este sentido la adjetivación es necesaria. O en los siguientes casos:
“llegaba a mi el sofocado y continuo rumor de las fuentes”
¡la vieja sonrió agajasadora[1]


[1] Ramón del Valle Inclán

jueves, 15 de noviembre de 2012

SEMINARIO -TALLER DE LITERATURA -MÓDULO IV





MÓDULO IV
La estilística - Ritmo del Lenguaje
Prosa y verso-
Métrica española®

Joce G. Daniels G.
Director del Seminario













La Estilística
El Estilo
Entre griegos y romanos, la palara stylus significaba el punzón del que se valían para escribir en tabletas enceradas. De aquí pasó a designar el conjunto de rasgos que invidualizan la obra de un autor, escuela, época o género artístico, diferenciándola de las demás.
El estilo depende en primer lugar del artista mismo, cuya personalidad se revela en sus creaciones, imprimiéndoles sello peculiar, hasta el punto de que sin habérsenos dicho quién es el autor podemos reconocerle muchas veces por la huella inconfundible, que ha dejado en sus obras. El francés Buffon decía que el estilo es el hombre. Otra francés, Romain Rolland, la remplazó por otra que dice: el estilo es el alma.
Cabe anotar que entre los artistas de una misma escuela se aprecian semejanza de orientación, gusto y técnica. Y a su vez las diversas escuelas  que conviven en una misma época, dentro de iguales corrientes históricas, ofrecen por encima de las divergencias un conjunto de notas coincidentes: no hay solo estilos individuales, sino también de escuela, generación y época.
Cada tipo de creación artística responde a un fin especial, lo que impone ciertas trabas a la libre exteriorización del estilo personal. Eso quiere decir, que no será exactamente igual el estilo de una poesía y de un drama del mismo autor.
Es importante saber que se aplican adjetivos al estilo referentes:
·         Al autor: homérico, cervantino, shakesperiano, gongorino, quevedesco, maquiavélico, etc.
·         A la escuela, tendencia o época artística: culterano, conceptista, clásico, renacentista, barroco, neoclásico, romántico, vanguardista.
·         Al género de la obra: narrativo, poético, lírico, oratorio, periodístico, histórico.
Estilo, tono y lenguaje
La cualidad más importante del estilo es la armonía, que es el efecto musical que resulta de combinar las palabras y las frases del modo más agradable al oído.
¿Cuál es la diferencia entre lenguaje y estilo? Para los tratadistas Coll y Vehí, lenguaje es el medio o manera de manifestar lo que pensamos o sentimos. El Estilo es el modo de hacer uso del lenguaje. En este sentido el lenguaje es el conjunto de palabras que nos sirve de medio para expresar nuestras ideas y el estilo es le modo de expresarlas.
Mientras el estilo comprende la totalidad del elemento personal infundido en la obra literaria, el tono es el resultado de la postura habitual que el autor adopta frente al asunto. Así puede hablarse de tono solemne, majestuoso, patético, grave, familiar, festivo, folclórico, burlesco, prosopopéyico, etc. Es de vital importancia la adecuación del tono a la obra.
El lenguaje es la forma definitiva revestida por la obra, en relación con él, el estilo recibe calificaciones cuyo sentido es necesario puntualizarlo: Se le llama CORTADO, si domina la frase breve y nerviosa. Es PERIÓDICO, si por el contrario se emplean períodos, esto es, largas oraciones compuestas, abundantes en miembros con miras al efecto sonoro y MIXTO, si utiliza amas formas. Por la mayor o menor condensación de la idea, el estilo es CONCISO, cuando solo usa las palabras imprescindibles y exactas. Es AMPULOSO o Difuso, si diluye la ideas en amplificaciones innecesarias. Por último, según la parquedad o abundancia en imágenes, figuras y epítetos, será Llano, Florido o Pomposo.
El ritmo en el lenguaje
El ritmo es el elemento esencial de las artes del tiempo. En griego rhytmós equivalía a “movimiento regulado y medido”, de este significado originario derivan las diversas acepciones actuales. De allí que haya ritmo en la sístole y en la diástole del corazón, en los brazos del remador, o también en el funcionamiento de una máquina.
Las artes del tiempo, la música, la danza  y la literatura, someten el ritmo natural a una elaboración más rigurosa: los movimientos de una danzarina o los sonidos de una obra musical están sujetos a la distribución  más exigente  que la del ritmo espontáneo.
El ritmo del lenguaje es  resultado de la intervención de diversos factores: la cantidad o duración de los sonidos articulados. El tono o altura musical conque se emiten; y la intensidad o energía respiratoria. Estos elementos no siempre coinciden  en los mismos sonidos o sílabas.
El discurso, esto es la sucesión de palabras que empleamos para expresarnos, está dividido por pausas, exigidas por el sentido de la frase y por las necesidades fisiológicas de la respiración. Cada porción de discurso comprendida entre dos pausas constituye un grupo fónico. El grupo fónico es la principal unidad de entonación. Durante él el tono de voz sigue una curva melódica distinta según el carácter de la frase.
El Acento
La versificación española, como nuestra lengua se basa en el ritmo intensivo o acentual, no en el cuantitativo, como era la griega y la latina. Se dice que el acento es el alma de las palabras, pero también es el alma del verso. De la posición de las sílabas acentuadas, depende en gran parte de la belleza del verso y de la estrofa.
Al tratar del acento en el verso hay que tener en cuenta  tres puntos que a menudo suelen confundir u olvidar los tratadistas:
1.       Los elementos (sílabas, acento,  rima) que conforman el verso son esencialmente hechos de lengua. Por lo tanto, a este nivel las acentuadas conservan su acento en el verso y las inacentuadas lo seguirán siendo en el verso.
2.      Lo dicho en el párrafo anterior no es obstáculo para que el poeta  pueda cambiar la situación acentual  en alguna sílaba del verso. Es licencia raras veces se usa, pues hace perder belleza a la composición.
3.      Y también como advertencia, a pesar de que hay versos que reglamentariamente deben llevar acentos, esto no quiere decir que sean los únicos. Por ejemplo. Por ejemplo un endecasílabo, es decir, un verso de once sílabas fonéticas, que lleva acento en  la 6ª Y 11ª sílaba, podría llevar otros.
Verso
Unidad métrica y de análisis de un poema que se escribe en una sola línea y origina una pausa versal que puede o no coincidir con la pausa sintáctica.
Desde el punto de vista etimológico, versus alude al camino de ida y vuelta que realizan los bueyes que tiran del arado. Verso equivale a surco, mientras que prorsus, de donde deriva la palabra prosa, designa un camino que siempre avanza, sin regreso.
El verso puede estar formado por una palabra o varias y siempre tiene un ritmo y cadencia que lo caracteriza. Este ritmo se consigue mediante una combinación de sílabas tónicas o átonas que asegure una regularidad acentual, rasgo que, según Tomás Navarro Tomás, marca la diferencia fundamental de la prosa con respecto a la poesía. Por lo general, un verso se escribe en una línea. El ritmo del poema se consigue por medio de la métrica y la rima de sus versos. Los versos pueden ser:
·         Acataléctico, verso griego o latino que tiene cabales sus pies.
·         Adónico, verso de la poesía griega y latina que consta de un dáctilo y un espondeo, y se usa generalmente en combinación con los sáficos.
·         Alcaico, verso de la poesía griega y latina, que se compone de un espondeo, de otro yambo, de una cesura y de los dáctilos.
·         Alejandrino, el de catorce sílabas, dividido en dos hemistiquios.
·         Amebeo, cada uno de los de igual clase, con que hablan o cantan a competencias y alternativamente  los pastores que se introducen con algunas églogas.
·         Amétrico, el que no está sujeto a una medida fija de sílabas.
·         Anapéstico, el que está compuesto de anapestos o análogos.
Verso de cabo roto, verso rimado pero con la última sílaba suprimida. Ejemplo:

“Advierte que es desati //siendo de vidrio el teja
tomar piedras en la ma //para  tirar al  veci”

Verso de pie quebrado, nombre que se le da a cualquier tipo de estrofa compuesta por versos octosílabos combinados con versos tetrasílabos. 

Versos libres, los que no tienen rima ni métrica. Gran parte de la poesía moderna está escrita en versos libres. En ellos el ritmo se consigue mediante la disposición de las palabras y de la estructura sintáctica. Ejemplo:

Flor//frágil campesina //que gozas en el remolino,
sin saber donde vas a morir.
En el mar...
(Miguel Facio-Lince, “La Taruya”)

“Jugando en la arena, // se olvidaron del mar”
(Jorge Marel,
“Epitafio para dos niños muertos en una playa”)

“No entenderán mis versos // los poetas de hoy...
los que niegan las gotas de dolor del tiempo”
(Carlos Roberto Obregón, “Mis versos”)

“Los ejércitos de esclavos levantaron
tus muros que el tiempo derribó
sin destruir tu arquitectura, mar.
(Javier Moscarella, “El palacio azul”)

“Porque el amor // viene y se va
he decidido // amarte a mi manera
para que el mundo // no entienda
y no se atreva // sobre nosotros
sus manos monstruosas // vestidas de tul”
(Erick Bozzi Anderson, ”Canción de un amor extraño”)

“Cuenco de algas //que viajas en la dirección
de la conciencia. //Estallido detenido
Espejo desde el cual //El universo se contempla
En tu forma //El espíritu se libera del fuego
Y se instala //En la materia del hombre”
(Toño Mora Vélez, “Planeta”)


Versos sueltos, poemas donde aparecen todos los ritmos (cantidad, intensidad y tono), a excepción del ritmo del timbre, no tiene rima. Se conocen desde el siglo XVI.
Verso vuelta,  es el verso que anuncia con su rima, la repetición total o parcial de determinados versos a lo largo de todo el poema, recurso muy utilizado en los Villancicos.

Verso de Arte Mayor

Composiciones poéticas de versos de más de nueve  sílabas fonéticas. Según el número de sílabas pueden ser:
De nueve sílabas: eneasílabos.
Lleva el ictus o acento en las sílabas 2ª , 5ª y 8ª
“Las madres contando batallas
sentadas están al umbral.
Los niños se fueron al campo
La roja amapola a cortar”.
Gabriela Mistral

De 10 sílabas: decasílabos
Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.
(Gustavo Adolfo Bécquer)

De 11 sílabas: endecasílabos
Es el verso más importante de entre los de arte mayor. Normalmente exige acento en la sexta sílaba. Según la posición de los acentos, se distinguen los siguientes tipos de versos endecasílabos.
Endecasílabo (11 sílabas).   
a) enfático: acentos en primera, sexta y décima:
Eres la primavera verdadera,
rosa de los caminos interiores,
brisa de los secretos corredores,
lumbre de la recóndita ladera.
(Juan Ramón Jiménez)

b) heroico: acentos en segunda, sexta y décima:
Aquella voluntad honesta y pura,
ilustre y hermosísima María,
que en mí de celebrar tu hermosura,
tu ingenio y tu valor estar solía.
(Garcilaso de la Vega)

c) melódico: acentos en tercera, sexta y décima:
Y en reposo silente sobre el ara,
con su pico de púrpura encendida,
tenue lámpara finge de Carrara
sobre vivos colores sostenida.
(Guillermo Valencia)

d) sáfico: acentos en cuarta, octava y décima o en cuarta, sexta y décima:
Dulce vecino de la verde selva,
huésped eterno del abril florido,
vital aliento de la madre Venus,
céfiro blando.
(Esteban Manuel de Villegas)

e) "de gaita gallega": acentos
en primera, cuarta y séptima:
Tanto bailé con el ama del cura,
tanto bailé que me dio calentura.
(Popular).

De 12 sílabas: dodecasílabos:
Los dos hemistiquios suelen medir 6+6 sílabas, pero también pueden darse hemistiquios de distinto número de sílabas (7+5).
Adiós para siempre la fuente sonora,
del parque dormido eterna cantora.
Adiós para siempre; tu monotonía,
fuente, es más amarga que la pena mía.
(Antonio Machado)

De 13 sílabas: tridecasílabos
Yo palpito tu gloria mirando sublime
noble autor de los vivos y varios colores.
Te saludo si puro matizas las flores,
te saludo si esmaltas fulgente la mar.
(Gertrudis Gómez de Avellaneda)

De 14 sílabas: alejandrino, teatradecasílabos
Los dos hemistiquios suelen medir 7+7 sílabas, pero también pueden darse hemistiquios de distinto número de sílabas (8+6).
Su verso es dulce y grave; monótonas hileras
de chopos invernales en donde nada brilla;
renglones como surcos en pardas sementeras,
y lejos, las montañas azules de Castilla.
(Antonio Machado)

De 15 sílabas: pentadecasílabos
¿Del cíclope al golpe que pueden las risas de Grecia?
¿Qué pueden las gracias, si Herakles agita su crin?.
(Rubén Darío)

De 16 sílabas: hexadecasílabos
Decidido las montañas el resuelto tren perfora
el redoble acompasado de su marcha monofónica.
(Salvador Rueda)

De 17 sílabas: Heptadecasílabos
Dios salve al rey del verso, que con su canto de bronce impera
y habla la fabulosa lengua del pájaro y de la fiera:
varón de fuertes bíceps, pecho velludo, frente altanera,
que desdobla en la India las cuatro rayas de su bandera.
(José Santos Chocano)

De 18 sílabas: Octodesílabos
Bajo de las tumbas que recios azotan granizos y vientos,
sobre las montañas de cumbres altivas y toscos cimientos,
y en mares, y abismos, y rojos volcanes de luz que serpea,
feroz terremoto retiembla y se agita cual sorda marea.
(Salvador Rueda)

De 19 sílabas: Eneadecasílabos
Los tristes gajos del sauce lloran temblando su inmortal rocío
como estrofas de Prudhomme lloran las ondas, cíngaras del río...
Parece un gran lirio la nívea cabeza del viejo Patriarca.
(J. Herrera Reissig)

Verso de Arte Menor

Composiciones poéticas de versos de ocho o menos de ochos sílabas fonéticas. Según las sílabas pueden ser:
De 2 sílabas: bisílabos
¿Viste
Triste
sol?
¡Triste
como él,
sufro
nucho
yo!
Rubén Darío

De 3 sílabas: trisílabos
Yo en una
Doncella
mi estrella
miré...
Rubén Darío

De 4 sílabas: tetrasílabos
¡Ay gentío
mal apreso
de gran brío,
mas sin seso,
gentío de mala andanza!
Historia Troyana

Tetrasílabo (4 sílabas)
Tantas idas
y venidas
tantas vueltas
y revueltas...
(Tomás de Iriarte)

De 5 sílabas: pentasílabos
“Llorad las damas
si Dios os vala.
Guillén Peraza
quedó en la palma
la flor marchita
de la su cara.
No eres Palma
eres retama
eres ciprés
de triste rama,
eres desdicha,
desdicha mala.
Endecha popular
cantada en las Islas Canarias en 1443

Pentasílabos adónico:
Cuando va acentuado en primera y cuarta sílaba:
“Jamás el peso
de la nube parda,
cuando amanezca en la elevada cumbre,
toque tus hombros, ni su mal granizo
hiera tus alas”
E. M. Villegas

De 6 sílabas: hexasílabos
“Frescos airecillos
que a la primavera
le tejéis guirnaldas
y esparcís violetas”
Góngora

De 7 sílabas: heptasílabos
¡Cómo se van las hojas,
y tras ellas los días,
y los floridos años
de nuestra frágil vida”
Meléndez Valdés

De 8 sílabas: octosílabos
Madre, unos ojuelos vi
verdes alegres y bellos.
¡Ay, que me muero por ellos
y ellos se burlaron de mí!
Lope de Vega

Arte Mayor, composiciones poéticas de versos de más de ocho sílabas fonéticas. Según el número de sílabas pueden ser:
De nueve sílabas: eneasílabos.
Lleva el ictus o acento en las sílabas 2ª , 5ª y 8ª
“Las madres contando batallas
sentadas están al umbral.
Los niños se fueron al campo
La roja amapola a cortar”.
Gabriela Mistral

De 10 sílabas: decasílabos
Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.
(Gustavo Adolfo Bécquer)

De 11 sílabas: endecasílabos
Es el verso más importante de entre los de arte mayor. Normalmente exige acento en la sexta sílaba. Según la posición de los acentos, se distinguen los siguientes tipos de versos endecasílabos.
Endecasílabo (11 sílabas).   
a) enfático: acentos en primera, sexta y décima:
Eres la primavera verdadera,
rosa de los caminos interiores,
brisa de los secretos corredores,
lumbre de la recóndita ladera.
(Juan Ramón Jiménez)

b) heroico: acentos en segunda, sexta y décima:
Aquella voluntad honesta y pura,
ilustre y hermosísima María,
que en mí de celebrar tu hermosura,
tu ingenio y tu valor estar solía.
(Garcilaso de la Vega)

c) melódico: acentos en tercera, sexta y décima:
Y en reposo silente sobre el ara,
con su pico de púrpura encendida,
tenue lámpara finge de Carrara
sobre vivos colores sostenida.
(Guillermo Valencia)

d) sáfico: acentos en cuarta, octava y décima o en cuarta, sexta y décima:
Dulce vecino de la verde selva,
huésped eterno del abril florido,
vital aliento de la madre Venus,
céfiro blando.
(Esteban Manuel de Villegas)

e) "de gaita gallega": acentos
en primera, cuarta y séptima:
Tanto bailé con el ama del cura,
tanto bailé que me dio calentura.
(Popular).

De 12 sílabas: dodecasílabos:
Los dos hemistiquios suelen medir 6+6 sílabas, pero también pueden darse hemistiquios de distinto número de sílabas (7+5).
Adiós para siempre la fuente sonora,
del parque dormido eterna cantora.
Adiós para siempre; tu monotonía,
fuente, es más amarga que la pena mía.
(Antonio Machado)

De 13 sílabas: tridecasílabos
Yo palpito tu gloria mirando sublime
noble autor de los vivos y varios colores.
Te saludo si puro matizas las flores,
te saludo si esmaltas fulgente la mar.
(Gertrudis Gómez de Avellaneda)

De 14 sílabas: alejandrino, teatradecasílabos
Los dos hemistiquios suelen medir 7+7 sílabas, pero también pueden darse hemistiquios de distinto número de sílabas (8+6).
Su verso es dulce y grave; monótonas hileras
de chopos invernales en donde nada brilla;
renglones como surcos en pardas sementeras,
y lejos, las montañas azules de Castilla.
(Antonio Machado)

De 15 sílabas: pentadecasílabos
¿Del cíclope al golpe que pueden las risas de Grecia?
¿Qué pueden las gracias, si Herakles agita su crin?.
(Rubén Darío)

De 16 sílabas: hexadecasílabos
Decidido las montañas el resuelto tren perfora
el redoble acompasado de su marcha monofónica.
(Salvador Rueda)

De 17 sílabas: Heptadecasílabos
Dios salve al rey del verso, que con su canto de bronce impera
y habla la fabulosa lengua del pájaro y de la fiera:
varón de fuertes bíceps, pecho velludo, frente altanera,
que desdobla en la India las cuatro rayas de su bandera.
(José Santos Chocano)

De 18 sílabas: Octodesílabos
Bajo de las tumbas que recios azotan granizos y vientos,
sobre las montañas de cumbres altivas y toscos cimientos,
y en mares, y abismos, y rojos volcanes de luz que serpea,
feroz terremoto retiembla y se agita cual sorda marea.
(Salvador Rueda)

De 19 sílabas: Eneadecasílabos
Los tristes gajos del sauce lloran temblando su inmortal rocío
como estrofas de Prudhomme lloran las ondas, cíngaras del río...
Parece un gran lirio la nívea cabeza del viejo Patriarca.
(J. Herrera Reissig)

Arte Menor, composiciones poéticas de versos de ocho o menos de ochos sílabas fonéticas. Según las sílabas pueden ser:
De 2 sílabas: bisílabos
¿Viste
Triste
sol?
¡Triste
como él,
sufro
nucho
yo!
Rubén Darío

De 3 sílabas: trisílabos
Yo en una
Doncella
mi estrella
miré...
Rubén Darío

De 4 sílabas: tetrasílabos
¡Ay gentío
mal apreso
de gran brío,
mas sin seso,
gentío de mala andanza!
Historia Troyana

Tetrasílabo (4 sílabas)
Tantas idas
y venidas
tantas vueltas
y revueltas...
(Tomás de Iriarte)

De 5 sílabas: pentasílabos
“Llorad las damas
si Dios os vala.
Guillén Peraza
quedó en la palma
la flor marchita
de la su cara.
No eres Palma
eres retama
eres ciprés
de triste rama,
eres desdicha,
desdicha mala.
Endecha popular
cantada en las Islas Canarias en 1443

Pentasílabos adónico:
Cuando va acentuado en primera y cuarta sílaba:
“Jamás el peso
de la nube parda,
cuando amanezca en la elevada cumbre,
toque tus hombros, ni su mal granizo
hiera tus alas”
E. M. Villegas

De 6 sílabas: hexasílabos “Frescos airecillos
que a la primavera
le tejéis guirnaldas
y esparcís violetas”
Góngora

De 7 sílabas: heptasílabos
¡Cómo se van las hojas,
y tras ellas los días,
y los floridos años
de nuestra frágil vida”
Meléndez Valdés

De 8 sílabas: octosílabos
Madre, unos ojuelos vi
verdes alegres y bellos.
¡Ay, que me muero por ellos
y ellos se burlaron de mí!
Lope de Vega

JOCE G. DANIELS G. ®